Los ojos se me iban en el vaivén de sus caderas.

Soñé que tocaba música en sus clavículas
y digo soñé aunque fuese con los ojos abiertos,
mirándola disimuladamente.
Soñé con ser testigo de las constelaciones que esconde en sus omoplatos.

Y que necesidad tan tonta la mía,
la de pasear al borde de su lagrimal mientras se ahoga en lágrimas,
y bañarme como quien se baña en un oasis,
el oasis de sus ojos.
Ojalá acariciarla los muslos tan bonito como pestañea,
bailar pegada a su cuerpo al ritmo de un tango, o un vals, no lo sé;
estar a milímetros de su cara,
y ver de cerca la mañana reflejada en sus mejillas.

Pero no eran más que pensamientos,
mientras los ojos se me iban en el vaivén de sus caderas.
Ella no se dio cuenta, que mi única intención
era barrerle los golpes que escondía su pasado,
y se fue haciendo bailar sus piernas sobre el asfalto,
y yo perdiendo la razón en cada uno de sus pasos.

-CP









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